Los ataques con misiles de Rusia sobre Ucrania han escalado, focalizándose en áreas clave como Kiev y Járkov en un intento de debilitar la defensa aérea del país. Este martes, una nueva ola de ataques ha dejado al menos cuatro muertos y 92 heridos, a pesar de que la mayoría de los bombardeos fueron interceptados por los sistemas de defensa antimisiles proporcionados por Occidente al gobierno ucraniano.
El Kremlin ha intensificado sus ataques en un momento en que el apoyo de EE. UU. parece debilitarse, con 61.000 millones de dólares en fondos de ayuda militar bloqueados en el Congreso. Esta ofensiva, una de las más severas en Kiev desde el inicio del conflicto, busca minar las reservas de defensa antiaérea de Ucrania.
Los ataques se han centrado en la infraestructura civil y energética, dejando a zonas de Kiev sin electricidad y agua. Los residentes de la capital fueron despertados por sirenas, seguidas de potentes explosiones. Las autoridades han reportado además daños significativos en propiedades y un incremento en las víctimas, incluyendo personas atrapadas bajo escombros.
Rusia ha utilizado esta escalada de violencia para presionar durante el invierno, afectando a más de 250.000 personas sin electricidad en Kiev y utilizando este enfoque como una herramienta de guerra para debilitar la moral y resistencia de la población ucraniana.
Este es el segundo ataque masivo combinado con drones y misiles en pocos días. La escalada del conflicto también ha afectado a otras áreas como Járkov, con decenas de heridos y al menos un fallecido. Las fuerzas rusas suelen emplear drones como táctica inicial para sobrecargar las defensas antes de los ataques con misiles.
La situación ha llevado a países vecinos como Polonia a tomar medidas de precaución, desplegando cazas y aviones para proteger sus cielos. Estos acontecimientos reflejan una peligrosa escalada en el conflicto, afectando profundamente a la población y amenazando la estabilidad regional.