¿Por qué el wokismo mató a Charlie Kirk?

Por: Víctor R. Hernández

Este miércoles, Charlie Kirk estaba en la Utah Valley University para empezar su gira “The American Comeback Tour”, y estaba en la sesión de preguntas y respuestas.

Estaba sentado hablando cuando de repente se escuchó un disparo, que impactó en el cuello del influencer y éste cayó. A los pocos minutos murió desangrado.

El joven de derecha e influencer Charlie Kirk, era un importante aliado del Presidente Donald Trump y se dedicaba a debatir la ideología woke en las universidades.

Charlie Kirk era director general y cofundador de la organización juvenil conservadora Turning Point USA.

Esta fue fundada en los suburbios de Chicago en 2012 por Kirk, entonces de 18 años, y William Montgomery, un activista del tea party, para evangelizar en los campus universitarios a favor de la vida y la familia. En el ámbito académico ganó a un grupo influyente de empresarios conservadores.

Turning Point respaldó a Trump después de que aseguró la nominación republicana en 2016. Kirk fue asistente personal de Donald Trump Jr., el hijo mayor del Presidente, durante la campaña electoral general.

Pronto, Kirk llegó a ser una presencia regular en la televisión por cable, donde se adentró en las guerras culturales y elogió a Trump, quien al igual que su hijo a menudo hablaban en las conferencias de Turning Point.

Ayer en las redes sociales, su muerte violenta, desató una larguísima tira de debate entre conservadores y wokistas, a tal grado que en una clara referencia de festejo por su muerte, un post obtuvo 120 mil expresiones de felicidad a través de corazones, en la red X.

Pero, qué es el wokismo?

Esta corriente atea y anarquista hace su aparición en años recientes. El término como tal es muy nuevo, pero se ha expandido con toda velocidad y hoy designa una militancia, o más bien un conjunto de militancias más o menos específicas. 

De acuerdo con la profunda investigación de Agustín Laje, en su más reciente libro Globalismo, explica que:

Proveniente del inglés, es una referencia a woke, un término inventado por los militantes afroamericanos de Estados Unidos a partir de woken, participio pasado del verbo wake, que significa «despertar».

 Los militantes woke serían, pues, aquellos que han «despertado» a la verdad de una serie de injusticias sistémicas a las que están llamados a exterminar. 

El despertar frente al dormir es apenas una reformulación poco novedosa operada sobre el mismo modelo de metáforas, pero que sirve para constituir una atractiva «vanguardia» de pretensiones salvíficas.

Y menos novedosa resulta si se considera en términos de religión: la noción de «despertar» es precisamente la que dio vida a los «Despertares religiosos» awakenings que tuvieron lugar en los Estados Unidos de los siglos XVIII y XIx y que supusieron acontecimientos de dimensiones revolucionarias.

El filósofo político Kenneth Minogue dedicó un importante estudio a lo que denominó «teoría pura de la ideología». En concreto, procuró destilar, por así decirlo, la mentalidad y el núcleo de los sistemas ideológicos con el fin de extraer de ellos su sustancia en estado puro, la médula de lo ideológico, el esquema fundamental sobre el que las más variadas ideologías se levantan como instancias particulares suyas. Las conclusiones de Minogue apuntaron a la dialéctica opresor/oprimido: ella es la que se encuentra en el centro de toda ideología; ella es la «máquina para la generación de doctrinas» de carácter ideológico.

Para acceder a su conocimiento se necesita una clave especial. Esta clave es precisamente la ideologia que, según Minogue, es «cualquier doctrina que presente la verdad escondida y salvadora sobre los males del mundo bajo la forma de análisis social”.

Abandonar el sentido común que el sistema de opresión le ha inyectado a uno, y abrazar seguidamente una forma de análisis social que determine quiénes son los opresores y quiénes los oprimidos es lo que permite al pensamiento ideológico creer que puede bajar el paraíso a la tierra. 

Pero para ello primero tiene que haber acabado con los artífices y responsables de todos los males. Si el woke ha despertado, eso es ciertamente porque ha dado con la clave que le permite descubrir las más diversas opresiones en el seno social.

El wakismo es la expresión política más pura y desquiciada del concepto puro de la ideología. Las ideologías de los siglos xvIII, xIx y xx se montaron, cada una de ellas, sobre un único «gran relato» en el que divisaron dos identidades fijas enfrentadas: en la lustración, la nobleza que mantiene sus privilegios frente a una burguesía injustamente marginada; en el marxismo, la burguesía que explota y el proletariado que es explotado; en el nacionalsocialismo, la raza aria que es degradada y las razas inferiores que degradan, etcétera. 

A diferencia de esto, el wokismo supone una explosión de «pequeños relatos» que descubren relaciones de opresión por doquier y que multiplican sin límite las identidades de los oprimidos y las de los opresores.

Así, no existiría una relación fundamental entre opresores y oprimidos, sino que habría un sinfín de sistemas de opresión que dependen de la existencia de diferencias de distinta índole, y de los que emergen opresores y oprimidos de diversa naturaleza. 

Además, allí donde las viejas ideologías descubrían un único sistema opresivo que no estaba sustancialmente conectado con otros (al marxismo no le interesaba la raza, sino la clase; al nazismo no le interesaba la clase, sino la raza; al viejo feminismo no le interesaba ni la clase ni la raza, sino el sexo), el desenfreno ideológico del wokismo se basa en la intersección de todos los «sistemas opresivos» que pueda llegar a determinar.

El wokismo es, por lo tanto, un fenómeno ideológico esencialmente posmoderno, empeñado en detectar la opresión en las minucias de la vida.

Es hostil a cualquier tipo de jerarquía y está obsesionado con los efectos que producen las más sutiles diferencias inherentes a la realidad social.

Con otro lenguaje, podríamos decir que se trata de una ideología abocada al campo de la microfísica del poder (Foucault), o bien a la dimensión molecular de la política (Deleuze y Guattari). Su fijación principal estriba en lo cotidiano: cada abuso o maltrato, real o imaginario (vg. las llamadas «microagresiones»), que encuentre en la realidad social no lo inclinará a censurar el hecho en sí ni a sus responsables particulares, sino que se esforzará sobre todo por derivar de él una prueba más sobre la existencia de «sistemas opresivos» a combatir, diseminados por doquier.!

El wokismo es el estado puro de la ideología que se ha desencadenado y que ha descendido en consecuencia a los dominios de una vida cotidiana que quería preservarse de las contradicciones inherentes a lo político.

Por lo mismo, el wokismo adviene también como una ideología totalitaria, en el sentido de que no deja ningún espacio de la vida, tanto social como individual, del que no se apropie políticamente. 

Literalmente cualquier característica, tanto cultural como biológica, tanto presente como pasada, tanto real como autopercibida, puede servir para producir una nueva serie de categorías políticas montadas sobre la dialéctica opresor/oprimido. Todo pensamiento y toda acción, sea en el espacio público, sea en el privado, puede estar reflejando un tipo particular de opresión.

Así, sobre el sexo se dirá que existe un sistema opresivo llamado «patriarcado» en el que, por definición, la mujer es oprimida y el hombre es su opresor. Sobre la orientación sexual se identificará un sistema opresivo llamado «heteronormatividad» en el que los homosexuales, sin excepción, son oprimidos por los heterosexuales. 

Sobre la identidad de género se descubrirá la existencia de un sistema de opresión denominado cisnormatividad», en el que los «transgénero» son oprimidos por los cisgénero» (según la neolengua en boga, estos son los que se perciben con el sexo que objetivamente tienen), quienes conforman el grupo de los opresores. 

Sobre el color, no importa la época ni el lugar, siempre que se trate de algún país occidental se dirá que persiste un sistema racista, en el que las personas de piel blanca son por definición y por herencia histórica los opresores, y cualquier otra raza (especialmente la afro son los oprimidos. 

Es imposible predecir qué otros sistemas de opresión serán identificados con el correr de tiempo, pero es probable que la lista crezca indefinidamente: el wokismo es una ideología en estado puro que no deja de expandirse en todos los ámbitos y en todas las direcciones, como el cáncer que hace metástasis.

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En Medio de los Medios

con Víctor Hernández